viernes, 21 de febrero de 2014

FORD FARLAINE DESOLADO



Por mucho que las gentes traten de irse de originales, nada hay de malo en tener referentes vitales y admitirlo. A este respecto, el Zorromono tiene la desgracia de conocer desde  pacones sin personalidad alguna que disimulan su planicie y total falta de interés por absolutamente todo asegurando que son más naturales que el yogur, y que por ende no copian "a naide", hasta personajes que siempre llevan la camisa metida por dentro porque aseguran que Lee Hazelwood jamás osaría ir por ahí con los faldones al aire como un yeyé, y ellos no van a ser menos. Y ni tanto ni tan calvo, demonios. Lo que sí es cierto es que, como ya saben los escasísimos seguidores de este guadianesco blog, Groucho Marx es uno de los faros que guía la confusa y abotargada existencia del Micocánido.


Y releyendo la “opus magna” escrita del añorado estrambote de ceja inquieta, la falsa biografía Groucho y Yo, encontró el Zorromono la inspiración para este su retorno al estéril mundo de la blogosfera. En uno de sus capítulos, Julius relata la sorpresa que le producen tanto a la crítica como a la inmensa mayoría del público esas ocasiones en las que un humorista deslumbra a propios y extraños con una desconocida destreza a la hora de abordar un papel dramático. Quiso también la casualidad que esa misma noche el Foxmonkey fuera a ver la última mierd* de Woody Allen, Blue Jasmine, con lo que ambas cuestiones se aplastaron cual chicle mascao en las maleables meninges zorromoneras.

Resulta que en el mencionado truño del otrora brillante marranete neoyorquino cuentan con papeles sendos comediantes, brillantes ambos en sus respectivos campos, y en dos etapas completamente opuestos de sus respectivas carreras: mientras Louis C.K -que interpreta a un dependiente adúltero-  se encuentra en su punto más alto de popularidad, el otro cómico en liza, Andrew Dice Clay, lleva decenios hundido en una decadencia que le encaja a su personaje como un guante.

Para los que no hayan visto el filme –una opción bastante inteligente- apuntar que la trama relata el descenso a los infiernos de una inestable y acomplejada trepa que se pegaba la gran vidorra casada con un orondo broker que estafaba a todo bicho viviente, el cual se suicida tras entrar en prisión dejando a la piva en la indigencia y al borde de la locura. La fulana en cuestión, interpretada por la rubia esa que le encanta a todo el mundo, busca refugio en  San Francisco, en casa de su whitetrashera hermana. Y da la casualidad uno de los timados era el exmarido de la hospedadora, el amigo Clay, un ñapas que cometió la imprudencia de confiarle al finado pájaro 200.000 pavazos que había ganado en la lotería y que, como se habrán podido suponer, volaron con el viento.




Antes de proseguir, no estaría de más recordarles quien viene siendo el tal Andrew Dice Clay. A buen seguro que, menos los más veteranos lectores de Popular 1, nadie recuerda al ahora ternasco artista más que por protagonizar la mítica Ford Farlaine. Pues, para que-lo-se-pan, estamos hablando de un colega que, a principios de los 90, era capaz de llenar el Madison Square Garden él solito a base de chulería, mala leche, actitud y un sentido del humor tan berraco como incorrecto. A través de sus chanzas clásicas desfilaban desde la escatología rijosa hasta la misoginia más hardrockera, que convirtieron a nuestro héroe en el preferido de bestias pardas como Scott Ian y Axl Rose.







Pero, como todo lo bueno se acaba, la irrupción del rock alternativo y la consiguiente y galopante corrección política generalizada hizo que nuestro hombre cayera en desgracia. No estaban los tiempos para chistes de pollas y titis, y los Michael Stipe del mundo lograron relegar a la otrora estrellaza a un triste ostracismo. Obviamente, Clay, la persona, no era el completo mastuerzo que desfilaba por escenarios y televisiones de toda la Nación, pero eso no evitó que se tuviera que pasar década y media malviviendo en series chungas, comedias de mala muerte y clubes apestosos. Es precisamente esa experiencia la que hace que Andrew brille como un agujero negro en su breve papel.
Por algún motivo, la interpretación de nuestro hombre en Blue Jasmine ha pasado desapercibida, pero crean al FoxMonkey cuando  les dice que cuando, ya casi al final del filme, le echa una bronca a la rubia por haberle jodido la vida, es una de las mejores representaciones  de la desolación grabadas en celuloide en los últimos años. La mirada que le echa mientras apura la última calada de su truja y la tira con dos dedos en un gesto 100% clayiano es de antología. Ni Sean Penn ni hostias. Esto solo se consigue sacando a la superficie décadas de derrota continua sin visos de una de esas  redenciones que tanto gustan a los yanquis. 

Obviamente, esta validez de un cómico hacia los aspectos más profundos del drama no es un caso aislado, y los ejemplos son constantes a lo largo de la historia del celuloide. Basta recordar, como muestra reciente, el papelón que se casca Guillermo Francella en la sobrenatural El secreto de sus ojos –ni de coña le sale a Campanella otra peli así. Ni peregrinando a Lourdes haciendo el pino-. Este andoba, desconocido para el público europeo, levantó una incontenible ola de loas en su país natal con su Pablo Sandoval tras tirarse décadas liderando comedietas salidas y pastiches familiares, convenciendo a la humanidad externa a la Argentiiina, looocos, que era un actorazo de la concha de la Lora. O Jonah Hill, que cuenta sus papeles “serios” por nominaciones al Oscar, ya sin entrar en el Judappatowiano mundo de la comedia en apariencia ligera pero con cargas de profundidad abisal, como Hazme Reír y Supersalidos. La comedia como observación de la realidad desde un plano superior y la confusión entre seriedad y aburrimiento, una vez más...


Pues eso, que no se sorprendan cuando vean a un cómico arrasando en un campo que, en teoría no es el suyo. Sirva como perfecto cierre el razonamiento que le hizo el gran Arturo Fernández a éste su mutante favorito hace unos años. Que uno tiene sus contaaaactos, chaaaaatos…


Dicen que lo más importante para un actor en interpretar un drama, y yo a eso no le doy ninguna categoría, porque con decir una frase y poner cara seria, ya cumples. Sería incapaz de hacer un villano, pero no porque no sabría hacerlo, sino porque no me apetece”
  

jueves, 28 de marzo de 2013

MASUAKEANDO...

Ah, Galicia, Galicia... Cuna de geniales literatos, tiranos monotesticulares con voz de pito, líderes políticos de dudosa sexualidad y humoristas sin gracia. Tierra también de magias, espantos, aparecidos, andarines, santas compañas y acontecimientos tan extraños que harían que Rod Sterling se frotara las córneas hasta que le cayeran los globos oculares. Ahí les va un ejemplo: ¿En que otra parte del mundo aparecería, como caído del cielo, un electrizante y reconocido guitarrista australiano y forjaría una cárnica alianza con una banda country local, para surcar juntos las procelosas aguas del rocanrol europeo? Pues en ninguna, estimados Zorromoners...

Como habrán supuesto todos ustedes, el Micocánido les habla de la unión del gran Chris Masuak - ya saben, escudero fiel de Deniz Tek en Radio Birdman y arrollador solista en, entre otros, Screaming Tribesmen - y los cedeirenses Los Eternos. Este mutante tuvo la oportunidad de disfrutar de una de las primeras presentaciones en vivo de esta sociedad, y créanme que la cosa echaba humo... Como no podía ser de otro modo, su buen Zorromono se puso en contacto con el colega para que le contara sus movidas. Lean, lean...


-¿Qué motivos empujaron a una leyenda del rock australiano a recalar en la lejana Galicia?
-En realidad, mi mudanza tuvo un motivo romántico. Ahora estoy casado, tengo un hijo de un año y mi vida es infinitamente más complicada.

-¿Tenías planes de formar una banda aquí o llegaste sin pretensiones al respecto?
-He estado tocando casi constantemente desde que llegué con una u otra banda, y mi intención era finalmente montar la mía propia. Había estado hablando con varios músicos del país pero no sabía que Cedeira era una Central del Rock de Galicia.

-Conociste a Los Eternos con un suculento churrasco de por medio. ¿Los convenciste a ellos para tocar juntos, ellos a ti o fue un enamoramiento mutuo?
-Cudi y los chicos conocían mi historia musical y propusieron que tocásemos juntos alguna vez. Una semana después estábamos ensayando y dos semanas más tarde hicimos nuestro primer bolo.

-Los Eternos son una banda basada en el country y el rock clásico americano. ¿Qué tal se adaptaron a tus pretensiones sonoras?
-Soy un redneck originario de Canadá, así que tenemos algo en común con nuestro amor por la música country. Pero resulta que ellos también están familiarizados con mi historia musical. Estamos perfeccionándonos constantemente, pero las únicas adaptaciones obvias fueron que Cudi, un guitarrista, se compró un bajo Fender nuevo y Chewis empezó a colgarse su Les Paul un poco más baja.

-¿Desde que decidisteis tocar juntos vuestra intención fue grabar o, en principio, queríais limitaros solo al en directo?
-No creo que tuviésemos un verdadero plan. Las cosas simplemente fueron encajando, poniéndose en su sitio. ¡Principalmente era divertido tocar con tan buena gente!

-Acabáis de editar un single y se habla de grabar un LP. ¿Serán todo temas nuevos o tenías canciones ya escritas de antes de iniciarse esta colaboración?
-Estoy siempre escribiendo y tengo un montón de temas de los que escoger. Es una cuestión de ver qué temas encajan con esta banda y cuáles les gustan realmente. Y Chewis es un prolífico compositor con buenas ideas, las cuales estoy seguro que se abrirán su camino.

-¿Escribiste en Galicia la luminosa y melódica Another Lost Weekend? Su alegría contrasta con el gris clima gallego... ¿Qué te influye a la hora de componer un tema?
-Another Lost Weekend es una canción sobre el renacer y las segundas oportunidades, así que realmente representa mi nuevo comienzo en otra tierra. No soy una persona particularmente melancólica y mis temas son generalmente optimistas. Y, en mi opinión, Galicia es la parte más bonita de un gran y hermoso país.

 

-Ultimáis una gira nacional y vuestra intención es salir a tocar por Europa e incluso más allá. ¿Estamos hablando de un proyecto de futuro o de una unión con fecha de caducidad?
-Estoy muy contento de ver a dónde nos lleva la fortuna. Es mucho más importante estar tocando música con amigos que atormentarse por hacer una carrera. Los Eternos son un grupo ocupado por derecho propio, así que imagino que nuestras vidas musicales se irán entrecruzando cuando el tiempo y las circunstancias lo permitan.

-¿Existe una continuidad a nivel de letras y sonido entre este nuevo single y tu último trabajo con Klondike’s North 40?
-La escuela de Aussie Rock de la que surgí tiene un particular y  agresivo, aunque preciso, estilo de atacar el instrumento, el cual, al menos en el pasado, era muy identificable. Adoro ese zing, esa chispa característica y las canciones que escribo se tocan de esa manera, así que realmente tocamos aussie rock con un acento gallego. ¡O puede que sea música gallega con un acento aussie!

-¿Qué diferencias y qué semejanzas hay entre tocar con Los Eternos y con Screaming Tribesmen y Radio Birdman, las bandas por las que eres más reconocido fuera de Australia?
-Radio Birdman fueron los progenitores  de un nuevo, y en su momento, muy radical movimiento musical en Australia. Arrancamos a la industria la atención y el control y creamos música y cultura en nuestros propios términos. El estilo era duro y conflictivo, pero siempre tuvimos altas aspiraciones musicales. Las bandas posteriores, como The Hitmen, The New Christs y después The Screaming Tribesmen retuvieron esa individualidad inconformista, pero fueron capaces de llevar su música en las direcciones melódicas que Birdman nunca pudo. Los Eternos tienen la desventaja de que se les pide tocar una clase de música muy personal y con frecuencia exigente sin haber experimentado ese viaje. Mi buena suerte es que  ellos, simplemente, se cuelgan sus instrumentos y salen adelante con buen humor y un entusiasmo increíble.

 

-El Zorromono tuvo la ocasión de presenciar vuestro salvaje concierto en la sala Mardi Gras de A Coruña, en la que el público te acabó paseando a hombros. ¿Es esta la respuesta habitual en vuestros conciertos? ¿Cómo está recibiendo el público estos recitales?
-¡Las audiencias españolas son extremadamente entusiastas y aparentemente adoran ser parte del show! He visto con muchas bandas que esto ocurre por aquí y es un maravilloso signo de aprobación.

-¿Eras consciente del nivel de reconocimiento que tiene tu trabajo en este país, sobre todo por los míticos discos de Radio Birdman, antes de venir a vivir aquí? ¿Cuál es el mejor recuerdo que guardas de tu etapa en esa banda?
-Sabía que Birdman eran conocidos en Europa, pero el nivel de apreciación y reconocimiento siempre me sorprende. ¡Y ser reconocido en un café en pueblos como Viveiro o Cedeira es absolutamente alucinante!
Recuerdo los días tempranos de Radio Birdman, tocando en nuestra propia sala, The Oxford Funhouse, y contemplando cómo se producía una revolución musical. Había peligro, diversión, libertad y magia en el aire y lo sabíamos.


Esos días se fueron hace mucho, y ahora es nuestra orgullosa herencia y nuestro deber enseñar a los nuevos músicos cómo tocar con compromiso y energía. Esto es parte de nuestro trabajo en Chris Masuak & Los Eternos. ¡Pero no debería interponerse en el camino de la diversión!

jueves, 20 de diciembre de 2012

BARRIGUITAS DEL RUOCK (II)



Que mejor fecha que la del supuesto fin del mundo para el retorno, al estilo de un peludo y lenguaraz jinete del Apocalipsis, de su buen amigo el Zorromono. Bien sabemos desde aquí de la angustia que han sufrido los lectores de tan rupestre mutante por causa su prolongada ausencia blogueril y los inquietantes rumores al respecto que circularon por prensa, tabloides y páginas rosáceas – ¿Adscripción a una secta milenarista texana acumuladora de armas de asalto? ¿Romance adúltero y fecundación contranatura de Marta Ortega? No way!-, pero la espera ha terminado. El Foxmonkey está de vuelta. Y lo está con la segunda parte de su repaso de los más destacados rollizos de la historia del ruock.

Si el Micocánido les pregunta por la banda más cafre de todos los tiempos, unos pensarán en Motörhead, otros en Slayer; Machetazo, reflexionarán los de allá, Trigo Limpio, mascullarán acullá… Pero para el Zorromono la respuesta, por calidad e influencia, serían dos palabras: Poison Idea, inquietante y ensordecedora institución de Portland liderada por los ultraobesos Jerry A y Pig Champion (DEP).


Quienes no hayan escuchado ningún disco de estas bestias pardas no se pueden ni imaginar el aire de emponzoñada mala baba que estos puercos eran capaces de comprimir en sus tonadas. Fundados a principios de los ochenta, la cochambrosa nave comandada por el vocalista Jerry y el guitarra Champion arrasó durante más de una década con todos los escenarios que se les pusieron a tiro y establecieron varias piedras de toque en la evolución del punk y su fusión con el heavy más bruto. 



La desmedida pasión de tan finos instrumentistas por las drogas duras y la comida basura -Pig adoptó tan sugerente apodo tras levantarse a duras penas una mañana y descubrir que pesaba 200 kilos- iba unida a un chirriante y asilvestrado humor. Uno de sus blancos preferidos fue el moñas de Ian MacKaye, líder de Minor Threat y Fugazi e ideólogo del lechuguino movimiento Straight Edge, suerte de mezcolanza entre purismo carnal opusiano, vegetarianismo y valores positivos. Principios que, como se pueden imaginar, nuestros mórbidos héroes se pasaban por el arco del triunfo y se tomaban a chufla entre ventosidades, eructos y decibelios.

 Pero MacKaye no fue la única víctima de estos bosquimanos del punkrock, ya que sobre todo Jerry A era muy dado a sacar la lengua a paseo cuando iba trompa, que era casi todo el tiempo, y meter unas rajadas de campeonato contra todo el que tenía cruzado en ese momento. Y no eran las verbales las únicas rajadas a las que era aficionado el cantante, porque otra de sus costumbres era cortarse con cuchillas de afeitar y dejarlo todo perdido de sangre por ahí. Ya se pueden imaginar ustedes el cuadro, estimados Zorromoners



El gran momento de la banda, pese a que nunca superó el estatus de grupo de culto, llego en 1990 con la edición de su obra magna Feel the Darkness, un bombazo en el que la velocidad y la suciedad de sus obras de los ochenta queda algo atemperada y les mueve hacia una línea más hardrockera que jarcoreta. Poison Idea, con Jerry y Champion como únicos miembros estables, aún editó el vitriólico Blank, Blackout, Vacant antes de separase en 1993. Vivieron varios fugaces retornos y registraron un último trabajo, Latest, Will and Testament (2006), antes de que el guitarrista estirara su rolliza pata.


Pese a que su éxito comercial y popular fue nulo, la grasienta sombra de los de Portland planea de forma reconocible y admitida sobre ídolos tan respetables como Kurt Cobain, Pantera, Muletrain, Negu Gorriak, Samesugas, Zeke, Ratos de Porâo y el siguiente atasco de gruesos del que se ocupará, cual oscuro pocero del rocanrol, su amigo el Zorromono: los orondos y encuerados bárbaros noruegos de Turbonegro.



Que banda, queridos Zorromoners… Los que han vivido únicamente la última etapa de estos colosos, la posterior a su reunión de 2002, no son capaces de entender el halo de misterio, peligro y desasosiego que rodeaba a los escandinavos. ¿Eran realmente esa tribu de sodomitas locos que sugerían sus letras? ¿Era cierto que su ternasco cantante, Hank Von Helvette, acostumbraba a meterse bengalas por el culo en sus shows? ¿De verdad se habían separado en la sala de psiquiatría de un hospital de Milán durante su gira de 1998, tras sufrir el colega un colapso por culpa de la heroína? ¿Trabajaba el vocalista en un museo dedicado a la caza de la ballena en un puerto noruego, como parte de su rehabilitación? ¿Se organizaban sus fans en temibles Turbojugends, ataviadas de denim hasta las cejas y ansiosas de pompis frescos?


La respuesta resultó ser un rotundo sí a todo, menos a lo primero. Pero no nos despistemos y empecemos por el principio; en términos posmodernos, Turbonegro podría definirse como un “contenedor de influencias” – y de otras muchas cosas-, porque su propuesta se basa en recoger lo mejor del rocanrol de los últimos 40 años y moldearlo a su antojo, otorgándole una personalidad propia y envolviéndolo en una estética y una mística ideológica bastante más compleja de lo que parece. Que fusilan y plagian a cascoporro, vamos, pero que lo hacen con mucha gracia y talento. La historia de la banda comienza en los primeros noventas, pero empezaron a fraguarse un nombre en la escena rockera mundial con Ass Cobra (1996).



Plagado de choteos, muestras de humor berraco, charlotadas homoeróticas y homenajes a Poison Idea, Bad Brains y los chulazos de Tom of  Finland, el álbum es un pelotazo hardpunk plagado de temones breves que tratan temas como las erecciones, NAMBLA, la tela vaquera y Hitler - al dedican el tema Bad Mongo-, recubierto todo con una iconografía descacharrantemente beefcake que tenía en el rellenito y bigotudo Von Helvette a su máximo protagonista. Aunque fue su siguiente Apocalypse Dudes, editado dos años depués, el que los elevó a la categoría de mitos. Haría falta un post entero para desentrañarlo polo miúdo dada su grandiosidad, pero sirva como ejemplo que el mismísimo Jello Biafra lo definió como el disco de rock más importante jamás grabado en Europa y que mostros como Queens Of  The Stone Age, Monster Magnet y el principe Haakon de Noruega, reconocido fan de sus pedestres paisanos, se deshicieron en alabanzas. 



El culto creado alrededor de la banda les llevó a reunirse cuatro años después de su separación de 1998, con el consiguiente histerismo por parte de los fans, un reconocimiento mundial unánime y la modesta autodefinición de "banda underground más grande del mundo". Y todo ello bajo el timón de dos soberanos gorditos -nuestro amigo Helvette y el bajista Happy Tom y su traje de marinerito- y un rubio y escuchimizado guitar hero conocido como Euroboy. Por desgracia, pese a seguir produciendo buenos discos y crecer en popularidad, el peligro de antaño mutó en divertido circo de tres pistas y la historia culminó, tras un par de trabajos dignos y uno más bien regulero, con la marcha de Helvette por una causa 100% Turbonegro: su ingreso en la Cienciología. O eso dijo, por lo menos.


Pero a robusto muerto, tripudo puesto. Pese a que el Zorromono remitió a la oficina de los noruegos un devedé en el que aparecía cantando varios temas de la banda ataviado únicamente con los correajes del uniforme de la Guardia Civil - la respuesta, y les juro por Dio que esto ocurrió, fue "You're too tall and too handsome for us. xoxo"- Happy Tom eligió para el puesto al rollizo británico Tony Sylvester. Y miren por donde, con este velloso chubby al frente, Turbonegro ha logrado este año su mejor disco desde ni se sabe cuando, Sexual Harassmen, recuperando la furia punk de antaño y prosiguiendo con su todavía ascendente carrera.






   



miércoles, 10 de octubre de 2012

BARRIGUITAS DEL RUOCK (I)

Como ya avisó el Zorromono hace unas semanas, este va a ser el primero de unos posts de peso. Pero peso tanto moral como físico, no se vayan a creer. Tras el impulso que le proporcionó a la psique del  Micocánido la ultima reflexión sobre la gordura y la belleza de la pobre Russian Red antes de que un contubernio judeomasónico del PSOE la obligara a clausurar su twitter, éste su mutante favorito se vio en la obligación de repasar las industrias y andanzas de alguno de los ternascos más contundentes de la historia del ruacanrol.

Como ya se sabe que a la gente lo de leer mucho le raya, el Foxmonkey intentará ser lo más conciso posible, y por muy divertido que sea contemplar a antiguos sex symbols roqueros plenos de músculos y fibra- como Axl Rose, Dave Wyndorf, Glenn Danzig, Jim Morrison y Elvis- convertidos en entrañables bolitas, la cosa versará sobre tripudos que ya lucían con orgullo lorza y carnaza cuando alcanzaron la fama. Comprenderán también que se queden fuera de la lista redondeces más orientadas tanto a la indietendencia como al R&B y lo comercialote de toda la vida, con lo que la cosa que canta en The Gossip, la Beyoncé, el alocado bolerista Pancho Céspedes y la violonchelista -u lo que sea- de Klaus & Kinsky quedan fuera.

Pese a contar con precedentes tan orondos y destacables como el enorme Fats Domino, hay que reconocer que en el ruacanrol siempre se ha dado prioridad a la delgadez y la guapura estándar por motivos puramente comerciales. Raros son los casos de cachalotazos que logran escalar a lo más alto de las listas, como sí consiguió el monstruoso Meat Loaf.



Armado con una voz sobrenatural, un apetito pantagruélico, una mala leche legendaria y nacido Marvin Lee Aday, este enorme vocalista sufrió durante la infancia los malos tratos del borrachín empedernido que tenía por padre hasta que se decidió a ir a buscar suerte a Los Angeles. Allí entró en el circuito de los musicales y contactó con el compositor Jim Steinmann, que a finales de los setenta le compuso esa adorable y rimbombante barbaridad wagneriana conocida como Bat Out of Hell, que vendió como cuatro mil miles de millones de discos y transformó a Loaf en una especie de Pavarotti Hardrockero de relevancia planetaria.


Pese al éxito salvaje de este disco y su continuada actividad en el cine -si aún no han visto The Rocky Horror Picture Show y Roadie merecen ustedes unos latigazos - durante los ochenta nuestro rollizo héroe encadenó una serie de desafortunados trabajos que le obligaron a girar sin parar para mantener su estatus, dejando durante estos tours contínuas muestras de su mal café. La más recordada es cuando se enfrentó con los puños (¡¡¡!!!) a las decenas de miles de metalheads que le recibieron con una lluvia de bidones llenos de orines en el festival de Reading de 1988. Al ver el percal, sus músicos se refugiaron tras los amplis para salvar su vida, pero el bruto de Loaf se lanzó sobre las primeras filas y la emprendió a hosti*s con todo lo que respiraba.



Hicieron falta varios miembros del servicio de seguridad del evento para reducir al enorme texano y devolverlo a las tablas. Pero como el chaparrón de meados no cesaba, Meat aprovechó un despiste de la organización para remangarse su camisa de chorreras, bajar de nuevo junto al respetable y enseñarle educación a esos peludos a base de palos. Obviamente, su concierto solo duró diez minutos, pero es recordado con mucho cariño tanto por intérpretes como por público. Solo cuatro años después de este simpático episodio, Loaf se reencontró con Steinmann y grabó una secuela de Bat out of Hell con la que el dúo reverdeció laureles y discos de oro. Desde entonces su carrera sigue viva y bien, tanto en cines como en escenarios.

La de Loaf es una historia con final feliz, cierto, pero no se crean que es lo habitual en el frivolón e interesado mundo del rocanrol. Incluso en la pretendida última gran etapa del rock de origen underground como potencia comercial, el estallido de la escena de Seattle a principios de los noventa, los que vendieron discos a cascoporro de verdad fueron Nirvana, Pearl Jam y Soundgarden, capitaneados todos por pintones, rebeldes, delgadísmos y atormentados chulibollos. Pero aquí está su amigo el Zorromono para recordar a los más admirables gordos de esa escena, que los hay.


El más célebre obeso del grunge es, sin duda, Tad Doyle. Este buen señor, de look entre de camionero, leñador y serial-killer, lideró durante casi una década la banda TAD a base de hardrockote gañán de inspiración setentera aderezado con toques de punk carnicero. Figura esencial y especie de insobornable conciencia colectiva de la escena de Seattle, Doyle registró con su banda cuatro discazos increíblemente turras, siendo posiblemente el más compacto de ellos 8-Way Santa, producido por Butch Vig.


 Para que vean como estaba la cosa tras la explosión de Nirvana, su onda expansiva provocó que hasta estos túzaros lograran un contrato multinacional y tocaran ante miles de personas teloneando a los propios Nirvana y Soundgarden.Y miren si mola este señor que hasta Peter Bagge incluyó al bueno de Tad en una historieta de su serie Odio.



Los otros grandes Fatties de Seattle son dos hermanos, al estilo de esos míticos motoristas de sideshow que tanta risa dan cuando los ponen en los Simpson y programas de esos raros: los Conner. Estos fornidos caballeros fueron guitarra y bajista de los Screaming Trees, una de las más infravaloradas bandas de los noventa. Poco les puede contar a ustedes el Zorromono sobre el grupo comandado por Mark Lanegan, tan famoso ahora entre la parroquia indie gracias a los soporíferos discos que grabó con la brasas escocesa esta, así que se limitará a recomendarles la escucha de todos y cada uno de los álbumes de los Trees, que pasaron de su inicial rock psicodélico a una cosa como más tradicional y americanota.



 Si le preguntan al Foxmonkey, les dirá que su obra magna es su último Dust, pero lo cierto es que tanto Sweet Oblivion como Uncle Anesthesia son tan exageradamente buenos que producen escalofríos. Hasta su disco póstumo, editado el año pasado -el conjunto se separó en 2000- es una maravilla, oigan...


Y hasta aquí por hoy, niños, niñas y Jill Love. Muy pronto volverá su mutante favorito para meterse en las grasientas aguas de los punk rockers más tochos de all time. Les esperamos...



sábado, 29 de septiembre de 2012

LOS MILAGROS DE LOURDES



Si algo tiene de bueno la sociedad de la información en la que nos hallamos inmersos, queridos zorromoners, es que todo Cristo puede hacer público lo que le pasa por la chola en cualquier momento. Esas redes sociales que a ustedes tanto les gustan se han encargado de dar voz a los sin voz y, gracias a Dio, amplificar las cosas que dicen personajes públicos de todo pelaje para solaz y diversión de los que nos carcajeamos de sus extremas turulatadas.

Sí, amig@s, a día de hoy cualquier baladista primordial, cantante melódica recauchutada o actor adolescente homosexual tiene a su disposición un millar de maravillosos ingenios tecnológicos que les permite mandar al hiperespacio, a golpe de clic, cualquier reflexión amongolada sobre la actualidad política, descalificación soez a la supermodelo cocainómana de turno por no querer hacerse una foto con ella por chunga o, incluso, enviar a sus fanses un afoto enseñando la salchicha por ahí con su churri. Pero miren lo mala que es la gente que, a veces, la sinceridad de estos ídolos - ansiosos por derribar las barreras entre creador y consumidor, y deseosos de compartir con la plebe su rico mundo interior- provoca confusiones que terminan en una brutal lluvia de heces sobre los inocentes artistas y el consiguiente castigo sin Twitter por parte de sus apoderaos.

La última en sufrir de la maldad de esa pandilla de envidiosos y cobardes que habitan el Interné ha sido la pobre Russian Red. Lourdes Hernández, ya saben, cuya figura ya fue objeto de reflexión zorromonaica (lean, lean). Al parecer, la meliflua cantautora acertó a escribir en su cuenta de Twitter un confuso texto que rezaba, textualmente, La manera de combatir la falta de belleza es la extrema delgadez”, pero como criticándolo, obviamente, aunque nadie se dio cuenta. Pero cuando alguien de su alrededor le quiso avisar de que, a lo mejor, esa frase podría resultar mal entendida, la pobre ya había recibido millares de respuestas rebosantes de descalificaciones, insultos gruesos y barbaridades que hicieron brotar las lágrimas en los ojillos nuestra inocente heroína.



Lourditas estaba triste, sí, e intentó subsanar su error pidiéndole a alguien que tenía cerca que borrara el extraño mensaje que había provocado el desaguisado como si no hubiera pasado nada. Pero fue inútil, pues esas malvadísimas gentes – el Micocánido supone que los mismos que cercaron el Congreso e hirieron a tantos indefensos policías antidisturbios pocos días después - seguían atizando virtualmente, con saña indignada, a la pobre cantante de sacristía.

Stop a la anorexia”, escribió entonces, pensando que así se acallarían las voces que la atormentaban. Pero no lo hicieron. Los pajaritos no cantaban ese día en el mundo de Lourdes, que en pleno berrinche escribió, con la vista nublada por la ira y una pataleta considerable, “Por qué habéis entendido todo lo contrario de lo que estoy diciendo? No, no y no a la anorexia por Dios, ya”, y calló su Twitter para siempre, siempre jamás. Es decir, su agencia de management o su compañía le cerró el Twitter para siempre, siempre jamás, para que no metiera más la gamba.



Estaremos todos de acuerdo en que a Lourditas se le tienen ganas, y no solamente por su declarada ideología derechista, como se empeñan en mantener todos los fachos acomplejados y con manía persecutoria ficticia que la defienden, sino porque da rabia, así, en general. Aunque, desde su ignorancia, el Zorromono opina que cuando la peña te tiene ojeriza se debe vigilar muy mucho lo que se hace y se dice y no ponerse a largar así a la buena de Dio, algo que a cualquiera le parecería lógico a no ser que seas una pijotera medio borderline totalmente alejada de la realidad y “esas cosas”, que no estamos diciendo que sea el caso que nos ocupa.





Pero que hay más de derechas, niños y niñas, que ver las cosas por el lado bueno. Y el Foxmonkey no lo dice por esos cien millones de muertos que, según Intereconomía, es lo único que han provocado las izquierdas, sino por la inspiración que este último milagro de Lourdes ha proporcionado a este su mutante preferido. Sí, amigos, el próximo post del Micocánido, gran amigo de lorzas y redondeces, consistirá en un somero repaso de las industrias y andanzas de los gordos más recordados, contundentes, grandes y pesados – en el buen sentido- de la historia del ruacanrol. Piensen en nombres como Meat Loaf, Leslie West, Pig Champion y Hank Von Helvette y a lo mejor aciertan y todo...

miércoles, 12 de septiembre de 2012

EL ASOMBROSO CASO DEL 'BULLING' VALLISOLETANO

Después de una larga ausencia por la que el Zorromono no piensa dar ni la más mínima explicación, éste su mutante favorito vuelve a la blogosfera en un formato más modesto pero más cargado que nunca de bilis, rencor y malos modos. Pese a que estos meses han sido de un recogimiento espiritual profundo, el Micocánido no ha sido capaz de llegar a ese estado de iluminación perpetua que solo alcanzan seres moralmente superiores como Bunbury, Shuarma y su señora ricachona que toca el acordeón. Por ello no esperen grandes cosas de esta nueva etapa.




Algo que sí ha hecho su mutante favorito en estos meses de oscuridad son tareas domésticas. Ya saben: fregar, planchar, secuestrar vírgenes, exterminar plagas de insectos, recoger zarigüeyas y mapaches de los arcenes de las carreteras para las cenas… Muchos de esos entrañables momentos contaron con la enervante compañía de cierta emisora de radio presuntamente rockera, pese a ser propiedad de la Conferencia Episcopal, esperando escuchar alguna obviedad de AC/DC, Parpel o Whitesnake, aunque en tan diabólico dial acostumbran a pinchar solo astracanadas hispanas de dudoso gusto y contenido ofensivo.
Contenido ofensivo, sí, han leído bien. Y no solo ofensivo al intelecto, al estilo de los ripios de Joaquín Sabina, sino ofensivo, ofensivo. En concreto, el Zorromono quiere hablarles de una pieza de ese ente conocido como Celtas Cortos que, tras su apariencia inicial de inofensiva tunez que provoca vergüenza ajena, esconde una completa apología del bulling y el desprecio por la diferencia. “El pop muchas veces consiste en dirigirse al marginado, decirle ‘yo te entiendo, estoy contigo’ -razonaba hace poco un ñoñísimo pero reflexivo compañero, amigo y maestro del Micocánido -, hacerle sentir cierta euforia privada con visos de, algún día, hacerla pública”. Aquí tienen un ejemplo de justo lo contrario.


No hace falta que el Foxmonkey les ilustre sobre las industrias y andanzas de los tales Celtas Cortos y el absurdo éxito que esta agrupación logró en la España de principios de los noventa gracias a coplas protoindignadas como Tranquilo Majete y otros himnos garrafoneros de la más baja estofa. En la actualidad, estos individuos malviven en el circuito de fiestas patronales y festivales de la cosecha, ignorando el daño inflingido a toda una generación con su seudoizquierdismo mongoloide, sus letras de tetrabrik y canciones como esta, la causante de la irritación micocánida:





La primera reacción de su mutante preferido al escuchar esta copla fue la de hacer ademán de arrojar el transistor por la ventana, aunque pasado el furor inicial, la psique zorromonera se puso a trabajar sola y se empeñó en diseccionar tan grotesca tonada. Por lo que se puede entender, la pieza intenta retratar a una persona en concreto a base de insultos, burdas descalificaciones e incluso la justificación explícita de maltratos físicos. El horrendo calvo que canta en el conjunto pucelano no se corta un pelo – ¡chis, pum!- a la hora de calificar al objeto de su acoso sonoro como alguien que En el mundo está por estar y no piensa ni quiere opinar”, como estableciendo una clara diferencia entre su víctima y él mismo, que se debe considerar un analista político a la altura de Chomsky, gracias a la legitimidad que le otorgan sus ingeniosas y combativas letras.




Porque ese es uno de los temas que más asombran de esta canción; no se trata del típico caso de puteo continuado del quarterback del equipo de fútbol y sus amigotes al marginado que juega al rol y lee libros, sino que hablamos de unos sucios alternapiojos de clase media que se alimentan a base de donuts y porros y lucen orgullosos sus camisas de cuadros y sus botas de trecking, que se alegran de las palizas que recibe una persona que prefiere la soledad antes que la desagradable compañía que estos seres le podrían proporcionar.

  Es el típico sosazo al que da pena mirar, no es que es tímido, es que es bobo y todo miedo le da”. Ahí tienen. Con una clarividencia turulata digna de un psicopedagogo, el alopécico voceras de Celtas Cortos – llamado Jesús H. Cifuentes, para el que no lo sepa- define al acosado como soso, tímido, bobo y, más adelante, muermo, cuando debería ser es dicharachero, desenvuelto, espabilado y majo. Tan dicharachero, desenvuelto, espabilado y majo como las personas que pueden ver en la instantánea de abajo, que seguro que son los más molones de toda Valladolid, metrópoli famosa en el mundo entero por una vida bohemia, cultural y de vanguardia solo comparable a la de London, Niuyork y München. No te jiba el andoba…


Pero lo más heavy de la rola en cuestión es la siguiente frase, en la que ya entramos directamente en la maldad patológica:A collejas bien te han puesto con esa cara pasmao, si no espabilas un poco mas collejas te caerán”. Voilà. Según el señor Cifuentes, el culpable de estas agresiones es el que las sufre, por “pasmao”, y además deja claro que el que canta y sus secuaces no son los perpetradores físicos de los golpes, simplemente los justifican y aplauden desde las sombras porque los encargados de propinarlos tenían motivos de peso para cometer sus tropelías, al estilo José María Pemán y Salvador Dalí tras el golpe del 18 de julio. Muy progresista y de camiseta del Ché Guevara todo, como pueden ver. 

Este curioso retrato concluye apuntando que el protagonista desperdicia su vida encerrao (sic) en su habitación”. Miren que sorpresa, el muy insensato prefiere la intimidad de su hogar, sus discos, sus libros y sus VHS antes que salir por ahí de vinos en compañía de los Celtas Cortos, con los que sin duda viviría apasionantes aventuras choriceras a ritmo de ska de verbena.


Pues así se las gastaban a principios de los noventa en las radiofórmulas españolas y todavía hoy en algunas emisoras oldies, amigos. Si algo tiene de bueno la etapa de cretinesca corrección política, la cada vez mayor simpleza de las gentes y el desmoronamiento absoluto de la industria discográfica hispana es la desaparición casi total de esos absurdos grupos de poprock que, hace veinte años, se multiplicaban por centenares y que ahora se han visto reducidos a un par o tres de cosillas. Incluso se reparten tranquilamente su target en cómodas franjas de edad: de los 0 a los 12 años, Maldita Nerea, de los 12 a los 35, Vetusta Morla, de los 35 a los 45, Quique González, y Fito & Los Fitipaldis de los 45 a los 200. Les recuerdo que el Foxmonkey habla en este post tan solo del mainstream, porque el mundillo indi… Ya hablaremos de los indis, ya…

jueves, 10 de mayo de 2012

Esto es un atraco, nena...

Van a permitirle al Zorromono un breve inciso en su serie de tostones sobre los sustitutos más grotescos de la historia del rockote para recordar a dos colosos que fallecieron tal día como ayer, un 9 de mayo, aunque en diferentes años: Toño Martín y Pepe Risi, cantante y guitarrista, respectivamente, de los Burning.



Sí, sí. Los Burning. Cuando empiezas a  tocas rock estoniano con tintes glam en la oscura España de 1974  - y, para más inri, en el trapisóndico y muy madrileño barrio de La Elipa, conocido aparte de por ser la cuna de esta grupón por ser el lugar en el que se ubica El Pirulí- te ganas el derecho de llamarte como te da la gana. La historia de los autores de ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? es tan rock and roll que asusta,con abundantes raciones de lucha, diversión, pivas, decadencia, churris, drogas, nenas, muerte y gloria.



Son muchas las historietas que el teclista Johnny Cifuentes y el pobre Risi - que dejó este mundo en 1997, seis años después que Toño- relataron sobre esos primeros años en los que tocar rock en este país no es que fuera arriesgado, si no que era, literalmente, jugarse la vida. Sirvan  como ejemplo una aventura en compañía de unos guardias civiles amigos del dueño de la sala de fiestas de turno, que dejaron sus güisquis un segundo para acabar de persuadir a punta de pistola a esos guarros peludos de que no iban a cobrar por su actuación de esa noche. Lo de amenazar con armas de fuego debía ser una práctica común en esos tiempos, porque ambos rockeros gustaban de recordar otra anécdota en la que el propietario de un club agropecuario sacó un escopetón para intentar convencerles de las ventajas de ofrecer recitales gratuitos.

Los encontronazos con la ley fueron habituales en esos salvajes días, incluyendo una acusación de estupro hacia uno de los músicos. El resto de la banda urdió un plan para liberar a su inocente compañero enchironado tras encontrar un número de Interviú en el que la menor presuntamente mancillada aparecía en pelota picada y actitud sugerente. Al parecer, el elaborado ardid del grupo consistía en presentarse ante el juez blandiendo el ejemplar de la rijosa publicación y hablar todos a la vez muy alto y muy rápido hasta que Su Señoría decidiese librerar al Burning cautivo. El único problema fue que algún figura dejó la revista en el capó del haiga en el que se apelotonaron rumbo a los juzgados, aunque debieron de ser muy convincentes, porque el rockero volvió a la calle ese mismo día.



Pero son precisamente estas aventuras, junto con una selección brutal de andanzas galantes, desamores chulescos y romanticismo yonqui las que nutrieron uno de los cancioneros más blindados que ha proporcionado el rock en castellano. La inspiración en hechos verídicos para la composición de las piezas de los madrileños le fue confirmada al Zorromono por el mismísimo Johnny - uno tiene sus contactos, ya saben- que aseguró que incluso Esto es un atraco está basada en un hecho real.



"Te lo juro tío - corroboró Johnny con su mítico acento carabanchelero -. Llamé por teléfono a la joyería en la que trabajaba una novia que tenía entonces y ella me dijo ' es que nos están atracando'. Y yo le contesté '¿Pero que está pasando? ¿Qué pinta tiene el tío?', y hasta le pedí que me lo pusiera al teléfono...". Este apego a la realidad dio otros frutos estremecedores, como el primer rock en castellano dedicado a un travestí a-là-Lola-de-Ray-Davies - la vacilona y glammy Seducción, aunque es de justicia reconocer que este tema ya había sido tratado en algunas canallescas coplas-, el desgarrado llanto de Risi hacia su compañero caído Toño en la crepuscular Te quiero tanto y la chulería desbocada de  No es extraño que tú estés loca por mí.



Por suerte, tanto Toño como Risi pudieron disfrutar del éxito popular y el respeto de sus camaradas, que es mucho más de lo que lograron maestros y compañeros de generación e influencias, desde Nikki Sudden a los propios New York Dolls, otro de los grandes referentes de los de La Elipa. Su primera explosión masiva fue con ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, auténtico himno del rock nacional que nació como un encargo para le película homónima de Ricardo Colomo; Al parecer, el cineasta necesitaba un grupo de rock macarra para su cinta, y tras contactar con los Burning para encarnar este rol les pidió que hicieran una versión de un tema que le había compuesto Luis Eduardo Aute. Los rockeros se negaron en redondo a interpretar la pieza del plúmbeo cantautor filipino y le solicitaron al director la oportunidad de escribir ellos mismos la canción central del filme. Esto fue un viernes, y el lunes -¡¡¡El lunes!!!- ya la tenían lista. Como lo oyen. En dos días. Obviamente, Colomo tuvo de disculparse con Aute y aceptar la maravilla que le trajeron nuestros héroes.

El segundo salto a la fama de los Burning fue a principio de los noventa, ya sin Toño - que abandonó la nave en 1983 -, con un doble en directo cargado de invitados que llegó a disco de oro y llevó al grupo a petar plazas de toros y pabellones por toda la piel de toro. La trayectoria de la banda siguió sin sobresaltos hasta el fallecimiento de Risi - cuyo apodo procede del sonriente monigote de la conocida marca de aperitivos salados-, tras la que la banda siguió, y sigue, en activo con Cifuentes al mando, paseando su chupa de cuero y sus gafas de rock por salas y festivales de toda España. El teclista cuenta como, en su última conversación en el hospital, Pepe le dijo que ni se le ocurriera acabar con la banda si él fallecía, antes de pedirle que dejara de tapadillo un par de trujas y un mechero en los baños para echar un último cigarrito antes de reunirse con Janis, Lennon, Allman, Hendrix , Bolan, Bonham, Brian y Moon.




Y la histotia continúa, amigos. El grupo acaba de registrar su próximo disco en estudio, el primero desde Altura (2002), que se publicará próximamente y en el que han reutilizado temas del álbum que Johnny grabó el pasado año con Leiva, de Pereza (Eeeeecs...), que no verá jamás la luz por desavenencias entre ambos. Pese a que en teoría se trataba de un proyecto medio secreto, el permanente afán de autojustificación rockeril del miembro de este exitoso dúo le hizo anunciarlo a bombo y platillo en la Rolling Stone, que casi parece propiedad del enervante músico por la bola y el jabón que le proporcionan cada mes. Según tan prestigiosa publicación, la disputa surgió por un tema de autoría de los temas, aunque la revista afirma claramente, que la culpa fue única y exclusivamente del teclista carabanchelero por viejuno y codicioso. Lean, lean... http://rollingstone.es/noticias/view/las-20-peleas-mas-celebres-del-pop-rock-espanol



Ya que hablamos de autoría de temas y de Leiva, vamos a acabar este post con un poquillo de humor, recordando el primer single del disco en solitario de este ídolo, que sufrió un agravante plagio por parte de una desconocida cantautora yanqui - una tal Lucinda nosequé-, que al parecer se valió de una máquina del tiempo para escuchar la pieza del artistazo ep-pañol y fusilarla impunemente unos cuantos años antes de que el miembro de Pereza la escribiera: