jueves, 15 de diciembre de 2011

Rockistas derechistas (y II)

Aquí tienen de vuelta al Zorromono, damas y caballeros, y si su mutante favorito no recuerda mal, lo que toca hoy es la segunda parte del aclamado y reverenciado post de los rockistas derechistas. Si en la primera entrega de este informe el Micocánido trató las figuras y los hechos de tres importantes y muy liberales músicos norteamericanos, en esta ocasión el espectro no va a ser tan limitado, y el Foxmonkey iniciará un exótico viaje que tendrá su punto de inicio en la inhóspita y selvática Houston, en el estado de Texas.

“TENGO GUITARRAS, TENGO COCHES Y TENGO ARMAS. PÓRTATE BIEN CON MI NIÑA Y TE ENSEÑARÉ LAS GUITARRAS Y LOS COCHES”. BILLY GIBBONS.

No deja de ser curiosa la imagen que se tiene del estado de la Estrella Solitaria en el resto del Mundo Libre. Pese a la gran cantidad de referencias musicales, literarias y cinematográficas de todo pelaje y condición que tuvieron su origen en este vasto territorio sureño – Bill Hicks y los 13 Floor Elevators, sin ir más lejos, salieron de allí -, la visión popular que se tiene de los texanos es la de una panda de rancheros locos de gatillo fácil o la del magnate del petróleo con sombrero y botarracas que arrasa con todo lo bello y puro que hay en el mundo. Justo en la intersección de esta esquizofrenia hecha territorio llamada Texas surgió la barbada estampa de uno de los rockeros más cool del universo: Billy Gibbons.



El líder de ZZ Top, al igual que su país de origen, es una pura contradicción; desde fuera puede parecer un perfecto patán, pero este señor, aparte de ser un fanático del motor y haber compuesto la canción sobre un puticlú más exitosa de all time junto con The House of The Rising SunLa Grange, por supuesto – es un reputado asesor artístico del museo de arte moderno de su ciudad natal, y un  expertísimo en el blues rural más rupestre e ignoto, del que aún hoy toma apuntes y acordes para sus piezas.




Aunque no se puede negar ese encantador punto gañán del que siempre hicieron gala ZZ Top, a medio camino entre la autoparodia y la sinceridad agropecuaria; en una de sus giras más recordadas, el trío compartió escenario con bichos típicos de su estado natal – vivitos y coleando, nada de bestias disecadas, como el mariquita de Ted Nugent -, y aún hoy, es habitual que una lustrosa polluela le encienda al barbado guitarrista un cigarrito sobre las tablas, algo tan prohibidísmo en la patana Texas como en el avanzado Estado Español..

Y sí, además de todos estos hobbies y aficiones, el bueno de Billy es republicano hasta la médula. El estereotipo de individuo racistón y monolítico a lo Nugent no sirve en este caso, aunque nuestro barbudo héroe tampoco renuncia a exponer su ideología de la forma más folclórica posible, como actuando junto a su banda en la Convención Republicana de 2004, al estilo de las decenas de miles de gaiteiros que arropaban a Fraga en cada una de sus coronaciones post-mayoría absoluta. Aunque tampoco se corta tres pelos a la hora mostrarse como un puril molón en el videoclip de Queens Of The Stone Age, Burn the Witch, tema en el que Gibbons aporta unas líneas de guitarra tóxicas y rebosantes de ponzoña lisérgica.



Pero este mostrenco del blues es también reconocido por su increíble colección de vehículos a motor, que incluye desde cochazos de los años 50 a vehículos menos… errrr... “domésticos”, por decirlo de alguna manera. El líder de Siniestro Total, Julián Hernández, relató con asombro y admiración como durante la grabación del último trabajo del combo vigués, que se realizó en los estudios que Gibbons posee en Texas, se topó en la puerta con un colega a bordo de un tanque (¿¿?¿?¿?¿?) que preguntaba por el barbas. Resultó ser un amigo de Billy, que se acercó para enseñarle su última adquisición. Como quien colecciona sellos, ya saben…



VOULEZ-VOUZ COUCHER AVEC MOI? O algo así...

El Zorromono prosigue con su viaje interestelar en busca de rockeros de orden, y, miren por donde, vamos a ir  dar al país vecino, la France, a esa nación de lechuguinos y comebagguetes envidiosos de nuestro poderío deportivo, que no para de hacer cosas para fastidiarnos y que lleva siglos cometiendo la ofensa de tratar a los españoles como nosotros tratamos a los portugueses. Por cosas de esas de la libertad y la democracia, el ruacanrol gozó de una penetración bastante gozosa – dicho sea sin segundas- en la tierra de Robespierre, aunque durante mucho tiempo fue tachado de ruido infame imperialista, frente a las comprometidas letras y relajados acordes de esos  ‘chansonniers’ del demonio que tanto gustaron siempre entre la progresía de este lado de los Pirineos. Y era precisamente el rockero más macarra de toda gabacholandia, Johnny Hallyday, el que más éxito logró entre el público, y el peor fama conquistó entre los cantautores bigotudos.



Prescindiendo de los méritos o deméritos musicales de este señor – que si existen, el Zorromono los desconoce, al igual que toda la población mundial no francófona excepto Loquillo – hay que reconocerle que algo debe saber de lo suyo, ya que ha vendido más de 120 millones de discos en sus más de 50 años de carrera. “La mayor estrella a la que jamás has oído cantar”, le llaman los británicos, tan chulos y peripuestos ellos en su aislada islita. Y no les falta razón, porque este pollo es un estrellón en toda regla: alcohólico, cocainómano, tatuado, maltratador y pesetero, Hallyday formó con la también cantante Sylvie Vartan la pareja de oro del star system francés de los 60 y 70, pese a que, al parecer, al Elvis gabacho se le escapaba la mano de vez en cuando. Eso no evitó los rumores que afirman que, tras separase a principios de los 80, ambos han quedado como follamigos otoñales y que se siguen viendo de cuando en vez. Franchutes del demonio…



Pese que nunca había hecho demasiados alardes ideológicos durante su carrera, más allá de alguna boutade de hotentote que no se entera muy bien de por donde sopla el viento, Hallyday se ha revelado en sus últimos años como un liberal de tres pares; en 2005, indignado con la cantidad de impuestos que pretendía cobrarle el Estado francés para construir hospitales y escuelas destinados a inmigrantes o gente de esa rara, el rockero emprendió una rocambolesca huida fiscal a la ya de por sí rocambolesca Bélgica. Incluso intentó adquirir la nacionalidad de ese odioso país, aunque se ve que se equivocó al rellenar algún complicado papel de esos burocráticos y propuesta fue rechazada, lo que le llevó a intentarlo con la vecina Suiza, donde fue recibido con una lluvia de quesos de bola y relojes de cuco. Pero, bondadoso él, afirmó que volvería a su Patria si ésta corregía su error y cambiaban sus leyes de impuestos. Y, tóquenselos bemoles, eso fue exactamente lo que sucedió.



Ni corto ni perezoso, Johnny decidió hacer algo bueno por su país, y en 2007 prestó su apoyo incondicional a Nicolas Sarkozy, que con la ayuda del rocker y otros colegas como Jean Renò – ya saben las hostias que mete- alcanzo el Elíseo sin mayores problemas. Allí, el pequeño estadista galo comenzó su carrera como el playboy más improbable del Universo, y Hallyday pudo volver a su amada France en pago por los servicios prestados.



Pero la trayectoria del patilludo ídolo pudo tener un final abrupto en 2009, cuando un inoperante matasanos llamado Stephane Delajoux le hizo a nuestro héroe una monumental chapuza en un quirófano que casi le lleva al otro barrio. La operación, una corrección de una hernia de disco, suponemos que debida a un exceso de actividad erótica, terminó en un coma inducido y una infección respiratoria que el galeno achacó al excesivo consumo de alcohol y tabaco del anciano artista. Por suerte, todo salió bien, y Hallyday, que se ha retirado y desretirado más veces que Moncho Borrajo, sigue tan pancho por los escenarios y estudios de grabación franceses.

"THE SUN, THE TREES, THE MOON, THE SEA”.  RUSSIAN RED.

Desde siempre, el pop español ha contado con numerosos referentes derechosos, desde José Luis y su Guitarra a Lola Flores, pasando por Julio Iglesias, Alberto Comesaña, Juan Pardo, Raphael y el fulano de Los Limones. Pero la ideología de las estrellas patrias nunca habían sido tema de conversación para absolutamente nadie - salvo para el Zorromono, que se empeñaba a defender, a voz en grito y con escasos argumentos, que todo lo indie era más de derechas que la Fórmula 1 - hasta que la pesada de Lourdes Hernández, más conocida como Russian Red, afirmó en un cuestionario de la revista Marie Claire - repito, la revista Marie Claire-, que, en lo político, prefería la derecha a la izquierda. Y la que se montó, señores; Al parecer, a todo el mundo le sorprendió que esta narcótica y gris cantante de sacristía se declarase conservadora, como si sus aburridísimas coplas y la actitud de sus aburridísmos seguidores fueran una señal inequívoca de un izquierdismo similar al de Fermín Muguruza.



"Me parece evidente la carencia total de contenido político que hay en mi música, - aseguró la fenómena en El País al poco de iniciarse esta polémica-.  No he sido nunca, ni seré, una autora comprometida con ninguna otra causa que no sea la de hacer canciones que vengan estrictamente de un lugar íntimo y verdadero, tan alejado de todo esto". Al Zorromono le entra la duda de a qué se estaba refiriendo esta sucesora de Ella Baila Sola con eso de "todo esto", pero se puede imaginar a la diva escupiendo esas palabras con un rictus de asco similar al que esbozaría si descubriera una inesperada mancha de semen en uno de sus botines de ante.



Se montó un buen cacao, cierto es, cuando nunca antes se habia cuestionado estas cosas tan vulgares en el ya de por sí vulgar mundo del indi; por poner un ejemplo, esa señora mayor gruesa y sin talento que está casada con Mario Vaquerizo siempre presumió de un impecable apoliticismo, comadreando con Esperanza Aguirre, alabando la belleza de la nieta de Franco y participando alegremente en la tertulia de Jiménez Losantos, sin que tales galopantes muestras de derechía molestaran absolutamente a nadie, y sin que su conjunto de tecno pop ochentero viera menguada su heterogénea agenda de eventos.



Pues menuda la que lió la cumbayá pija de Russian Red, amigos... Parecía que su poder letal se reducía a ese muzac adormilante con el que deleita a sus repulsivos seguidores-clientes, pero sus coplillas deben tener algún tipo de poder hipnótico mezclado con mensajes subliminales porque, tras escuchar algunas, el Zorromono está empezando a pensar si no estremos mejor ahora, gobernados por un insensible derechoso que baje los impuestos, torture a los delincuentes, sea un dictador y ponga a todos esos artistillas "indignaos" y de la ceja a trabajar por 400 euros al mes, que ya les vale de chupar del bote. O a lo mejor este volteo ideológico zorromonil venga provocado de unas recientes declaraciones del líder de Triángulo de Amor Pizarro:  "Creo que la música es un sector bastante maltratado por los políticos".

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